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Cada vez más rosarinos apelan al monopatín eléctrico

Su venta creció en pandemia y repercute en la movilidad urbana, sobre todo en el centro y de día. Adultos jóvenes lo usan para ir a trabajar. En muchos casos reemplaza a la moto.

 

Cada vez es más común verlos ir y venir sobre una estructura que en el imaginario remite a un juego infantil pero a nivel internacional comienza a adoptarse para desplazamientos de adultos que necesitan surcar distancias cortas: los tripulantes de monopatines eléctricos se volvieron parte del paisaje urbano, sobre todo en el casco céntrico y durante el día, a un año de que el Concejo municipal regulara el uso de estos vehículos. Durante la pandemia su venta aumentó, según confirman los comerciantes locales que los ofrecen tras importarlos del país productor por excelencia, China, y desde el Ente de la Movilidad de Rosario (EMR) ratifican: “Hemos tenido un marcado crecimiento de la movilidad activa; en muchos casos reemplazó a la moto”, en palabras de Eva Jokanovich, la titular del organismo.

En las calles observamos que en la gran mayoría quienes utilizan monopatines eléctricos son jóvenes”, caracteriza la secretaria de Movilidad de la gestión de Pablo Javkin. En esa línea el empresario Diego Solans, de la firma EcoRiders, recuerda que cuando se volcó al negocio, hace tres años, “el público era menor de treinta, en cambio hoy se masificó mucho: a los monopatines los compran personas entre 20 y 50 años porque les resuelve cómo ir a trabajar. Luego los terminan aprovechando también para otras actividades, como visitar a la madre, a la novia, ir a tomar algo a Pichincha”.

Es que Rosario -plana y con gran concentración de oferta laboral, cultural y de servicios en la zona del macrocentro- aparece como ideal para este tipo de movilidad en cercanía, a tono con el promocionado modelo parisino de “Ciudad de quince minutos que se sacó a relucir desde el municipio cuando se debatía la revitalización del centro. Ante la consulta de La Capital, Jokanovich apuntó que la bicicleta sigue siendo la más representativa en términos de medio de transporte personal. Y confió que es importante fortalecer las bicisendas ya que la normativa sobre monopatines “establece la convivencia en la red de ciclovías” de ambos rodados.

Justamente ante la proliferación de las patinetas y monopatines eléctricos en la trama urbana –los primeros comenzaron a verse alrededor de una década atrás–, en noviembre de 2020 el Concejo municipal reglamentó su uso a través de la ordenanza Nº 10.110, que estipula determinadas exigencias. Como sucede con las bicicletas, no es necesario un patentamiento pero sí surgen obligaciones y derechos al momento de conducirlos: ser mayor de 18 años, circular con casco por la ciclovía allí donde exista esta infraestructura o sino por la calzada en la mano derecha y a una velocidad máxima de 25 kilómetros por hora, por ejemplo. Además los monopatines se incorporaron al Código de Tránsito y pueden ser controlados por inspectores en la vía pública, al igual que cualquier otro medio de transporte.

Gastón Rivero es gerente de la firma EWol, radicada desde 2019 en Fisherton, que vende equipos en todo el país a precios entre los cien mil y los 200 mil pesos; aunque en el mercado se consiguen desde 40 mil y otros llegan al millón y medio (tienen doble motor y desarrollan una velocidad de hasta 150 kilómetros por hora). “El rubro creció durante la pandemia, la demanda nunca se detuvo por razones varias: las dificultades para acceder al transporte público o el miedo a contagiarse allí, que (el vehículo) no tenga gastos de mantenimiento ni de patente y el seguro sea opcional. Además te da libertad para llevarlo a cualquier lado y no contamina”, cuenta Rivero sobre los motivos que le confían los clientes a la hora de volcarse a esta movilidad, que si aquí asoma como tendencia en Buenos Aires es furor.

También sobresale que se trata de un elemento práctico. A diferencia de las motos y bicicletas, los monopatines no se estacionan en la vereda ni en la calle ya que es posible plegarlos y cargarlos, sobre todos los modelos más livianos. Para la secretaria de Movilidad del municipio esto representa una ventaja que define como “de bajo consumo de espacio público”, a lo que se suma “menor riesgo en términos de seguridad vial”, ya que los rodados se desplazan a velocidad reducida y ante cualquier eventualidad el conductor se encuentra a escasos 10 centímetros del piso.

Rivero, de EWol, añade que los tripulantes los prefieren para circular por el área céntrica –a los fines de llegar al trabajo, no de modo recreativo– porque así evitan la congestión del tránsito, no gastan en parquímetro ni en cochera. Resulta raro ver este tipo de vehículos en los barrios aunque no obedecería a una cuestión de autonomía de la batería (parecida a la de una notebook o un celular) sino al temor a los robos. “Los monopatines que más se venden en la ciudad van entre 80 y 180 mil pesos”, sigue Solans, de EcoRiders. “Los usuarios no recorren más de diez kilómetros para ir a trabajar. En Buenos Aires es diferente por las distancias más largas, entonces necesitan un monopatín con mayor autonomía y que vaya más rápido”. Lo que comienza a verse, añade Solans, son personas que llegan desde localidades vecinas en auto propio o en colectivo, munidos de su monopatín. En el primer caso dejan el coche fuera del área de estacionamiento medido (comprendida entre las calles Alvear, Cochabamba, Juan Manuel de Rosas y el río) y se manejan por el centro con la micromovilidad eléctrica; los demás descienden en una parada cercana a su destino o en la terminal de ómnibus, realizan sus trámites y luego desandan el camino.

En otras palabras, una incipiente articulación entre medios de transporte, con Rosario como nodo de un área metropolitana, y posibilidad de reducir el impacto ambiental de los vehículos que emiten gases nocivos. Aunque no todo lo que reluce es oro, o mejor dicho litio, la materia prima de la que están hechas las baterías. De hecho a este mineral que en la Argentina existe en abundancia se lo conoce como “oro blanco” y resulta un recurso clave para la llamada transición energética. Agrupaciones ecologistas y poblaciones cercanas a los yacimientos alzan la voz sobre los riesgos de su extracción, para lo cual es necesario utilizar grandes cantidades de agua dulce. El gobierno nacional, en tanto, promueve una nueva ley “de movilidad sustentable” con eje en aspectos ambientales y de desarrollo productivo. El proyecto, que se anunció en octubre y está a punto de llegar al Congreso, no habla solo de monopatines sino de autos eléctricos y hasta de la prohibición, desde el año 2041, de comercializar vehículos con motor de combustión interna (nuevos) en el territorio nacional.

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