Con frecuencia nos preguntamos si existen alimentos que potencien el deseo sexual. Sobre si “hay algo que pueda tomar para tener libido”. En nuestro imaginario colectivo, existe la idea de que determinadas sustancias tienen poder afrodisiaco: basta con tomarlas para tener ganas de “sexo”.
Pero con el deseo sexual la cosa no es tan simple, ya que depende de múltiples factores de diferente naturaleza: fisiológicos, vivenciales, culturales, psicológicos y relacionales.
Sin poner en cuestión que determinados alimentos puedan tener efecto energizante y que puedan generar bienestar, no basta con esto para que una persona tenga deseo sexual.
Para que una persona, ya sea mujer, hombre o persona no binaria tenga ganas de tener sexo, tiene que “poder” tener ganas de sexo. Y esto ¿qué significa? Pues que para tener deseo sexual, es crucial haber disfrutado antes con el sexo, haber construido una idea de sexo asociada a cierta satisfacción. Para quien nunca ha vivido las relaciones sexuales con placer, o incluso para quien las ha vivido con malestar o displacer, se hace difícil pensar que algún producto mágico vaya a hacerle desear. No es tan sencillo.
El cuerpo y el estado físico influyen en la libido, pero no de forma tan simple. El deseo tiene mucho más que ver con el aprendizaje, las vivencias, las emociones, la intimidad y las relaciones de pareja, entre otros elementos. Por eso, de poco le serviría tomar ostras, chocolate o canela (por poner un ejemplo) a una persona que no tiene deseo sexual porque nunca ha disfrutado del sexo, no ha tenido orgasmos, no le atrae su pareja o sufre una crisis vital o una depresión.
Me gustaría puntualizar que, cuando hablo de «sexo» me refiero tanto al sexo que implica los genitales (penetraciones, coitos, sexo oral, masturbación, etc..) como aquel que no implica los genitales, que también es sexo y también es importante (caricias, besos, mordiscos, chupetones, jugar, sobarse, susurrarse…). Y es importante tener claro que, el deseo sexual se puede materializar de muchas formas, que no solo es deseo de penetración, coito o contacto genital, sino que también es tener deseo querer achucharse con la pareja, sobarse, acariciarse, besarse… de paso o no a otras cosas.
Además, no todas las personas son iguales, ni viven del mismo modo la sexualidad ni tienen el mismo interés por el sexo. Hay muchas personas para las que el sexo no es algo tan importante, muchas personas para las que el sexo en su sentido más genital no tiene mucho aliciente pero sin embargo disfruta mucho de todo lo demás, hay personas que no tienen demasiado interés por mantener relaciones sexuales con sus parejas, o este interés solo se manifiesta en determinadas situaciones (cuando se está enamorado o hay un vínculo romántico). Las personas asexuales son un ejemplo.
El poder del efecto placebo
En ocasiones, las sustancias supuestamente afrodisíacas podrían tener un efecto motivador impulsado por el efecto placebo. Si alguien toma un alimento con la convicción de que va a influir en su apetito sexual, podría darse una influencia positiva si esto supone que la persona, convencida de este efecto, comienza a pensar en sexo, movilizar fantasías eróticas, imaginarse la situación, prepararse para la ocasión, ponerse sexy, anticipar el placer…es decir, que tal vez genere un cierto deseo no tanto por la sustancia en sí como porque la persona se predispone para ello mentalmente.
No existen soluciones mágicas
La tendencia a creer que hay sustancias o alimentos afrodisiacos, tiene mucho que ver con el “deseo” de tener deseo de forma rápida. Muchas personas buscan soluciones mágicas, rápidas y que no incluyan trabajo personal, justo lo contrario de lo que se requiere para mejorar el bajo deseo o el deseo hipoactivo. En este sentido, la terapia sexual supone un trabajo más largo, pero más efectivo, porque implica realizar aprendizajes.
Si has tenido deseo sexual pero eso ha cambiado, si tienes menos interés por mantener relaciones sexuales y eso te preocupa, una de las mejores opciones es consultar con profesionales de la sexología.