¡No mires arriba! inmenso asteroide pasa hoy cerca de la Tierra

Mide algo más de un kilómetro de diámetro; a diferencia de lo que propone el film No miren arriba, no presenta riesgo.

Aunque los sucesos relatados en No miren arriba, el film protagonizado por Leonardo Di Caprio, Jennifer Lawrence y Meryl Streep que ocupó los primeros lugares del ranking de Netflix y copó las redes sociales en las últimas semanas, son absolutamente ficticios, eso no quiere decir que no exista la posibilidad de que el rumbo de una de las más de un millón de rocas que rodean el Sol entre las órbitas de Marte y Júpiter se cruce algún día con  nuestro planeta.

De hecho, un asteroide de gran tamaño (1,1 km de diámetro) se está acercando y esta tarde a las 18.50 alcanzará su distancia mínima: 1.975.054 km, o aproximadamente cinco veces la que existe entre la Tierra y la Luna. Lo advirtió la Oficina de Defensa Planetaria de la NASA, que se encarga de vigilar el tránsito de estos objetos, con la aclaración de que no presentará riesgo de colisión.

El asteroide (7482) 1994 PC1, tal su nombre, no es el único que merodea por las cercanías de la Tierra. “Si uno revisa las páginas que se ocupan del tema, puede ver que objetos como éste, si bien no pasan todos los días, sí lo hacen tres o cuatro veces por semana y nadie se entera –cuenta Mariano Ribas, Coordinador del Área de Divulgación Científica del Planetario de Buenos Aires y autor de varios libros sobre astronomía; entre ellos Crónicas del Cielo y la Tierra (Editorial Tanta Agua)–. Son de distintos tamaños, desde metros a decenas de metros. Suena un poquito más la alarma cuando es un objeto de mil o mil cien metros (1,1 km). Se los considera ‘cercanos’ cuando sus órbitas están a distancias similares a la de la Luna o un múltiplo de un dígito de ésta. El total de los potencialmente peligrosos catalogados hasta hoy, conocidos por la sigla PHA (correspondiente a potential hazardous asteroid), es de exactamente 2252. Son los que miden más de 100 metros de diámetro y que se acercan a 7,5 millones de kilómetros o menos, que es el 5% de la distancia del Sol. Esos son los que más se vigilan porque existe la posibilidad de impacto en algún momento del futuro”.

El 1994 PC1 fue descubierto el 9 de agosto de 1994 por el astrónomo Robert H. McNaught (el mismo que ubicó el cometa de 2007) desde el Observatorio de Siding Spring, en Australia. Desde entonces, los expertos lo siguen de cerca para confirmar que su aproximación de este martes, a unos 19,56 km por segundo, no suponga ningún peligro. En mayo se acercará otro (el 2009 JF1) de unos 13 metros de diámetro, también sin riesgo de colisión.

Según el Servicio de Información y Noticias Científicas (SINC), una agencia de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología, tendrá un brillo máximo durante su aproximación que lo hará visible por «astrónomos profesionales y aficionados». Sin embargo, aclara el informe, dado que estamos en fase de Luna llena, se necesitarán instrumentos de tamaño moderado, junto con un buen conocimiento del cielo, y datos precisos y actualizados del objeto en el momento exacto de la observación.

“Es grande, pero es un asteroide más –subraya el astrónomo Diego Bagú, director del Planetario de la Universidad Nacional de La Plata–. Está catalogado como potencialmente peligroso porque cruza la órbita terrestre. Además de éste, mañana van a pasar otros tres más: uno a diez, otro a 12 y otro a 9 distancias Tierra/Luna. El 9 de noviembre pasaron dos y el 11 de este mes, otro a solo un cuarto de la distancia entre nuestro planeta y su satélite natural, aproximadamente 92.000 km”.

Varios de ellos fueron descubiertos en estos días, destaca. “Si bien no van a provocar una catástrofe, como son chicos, cuando uno los ve ya los tiene encima”, agrega.

Las consecuencias del impacto de uno de estos objetos al ingresar a la atmósfera dependerán de su estructura. “Pueden desintegrarse o no –cuenta Bagú–. No es lo mismo un asteroide con mucha cantidad de carbón, como son la mayoría, que uno de hierro. Por ejemplo, uno que cayó a 70 km de la ciudad rusa de Cheliábinsk en 2013, tenía más o menos 15 metros de diámetro. Explotó en la atmósfera, pero la onda expansiva llegó a la ciudad, quebró vidrios y, aunque no hubo víctimas fatales, centenares de personas requirieron atención médica en hospitales”.

La preocupación por detectarlos con tiempo surge de que todavía no existe una técnica probada para desviarlos.

“El peligro existe –afirma Ribas–. En la película es un cometa, pero la amenaza es similar. Y solo hay unos esbozos ‘en borrador’, una suerte de protocolo de qué cosas se podrían hacer según el tamaño del objeto y del tiempo que se tenga para actuar”. Lo más simple e inmediato sería algo parecido a lo que se ve en la película: lanzar cargas atómicas. Desde allí para abajo, se imaginó toda una serie de medidas, como por ejemplo los ‘remolcadores gravitatorios’. Con décadas de antelación, se podría mandar una nave espacial a acompañar al asteroide en su viaje, y la ínfima interacción gravitatoria entre la nave y el asteroide podría hacerle cambiar un poquito su velocidad y trayectoria.

“Otra posibilidad sería enviar una misión tripulada o robótica para producir lo que se conoce como ‘explosiones localizadas’ –explica Ribas–, colocando explosivos en lugares estratégicos del objeto y, sin necesidad de destruirlo, provocarle ‘sacudones’ que también lograrían un efecto de mitigación, de desvío muy sutil para evitar un impacto”.

Para ensayar una de esas alternativas, la madrugada del 24 de noviembre de 2021 se lanzó al espacio la misión DART (Double Asteroid Redirection Test ) de defensa planetaria con el fin de desviar la trayectoria de un sistema dual de asteroides compuesto por Didymos, de 780 metros de diámetro, y Dimorphos, de 160.

La nave, del tamaño de un auto, intentará impactar directamente contra Dimorphos a una velocidad de 6,5 km por segundo o casi 24.000 km por hora para cambiar su órbita y su velocidad.

El 1994 PC1 es un asteroide periódico: da una vuelta al Sol cada año y medio. “Llega algo más cerca que la Tierra y se aleja no más allá de la órbita de Marte –detalla Ribas–. Lo que pasa es que en ese tiempo la Tierra cambió de lugar y él también. Todos los potencialmente peligrosos vuelven. Son un fenómeno recurrente, pero en 20 o 30 años no hay ninguno de los que se conocen con chances apreciables de impacto (es decir, con más de una posibilidad, 5 o 10 en 100)”.

 

Déjanos tu comentario