El conflicto es parte de la vida. Tenemos diferentes puntos de vista, opiniones, creencias y deseos, y esto puede generar desacuerdos en el ámbito privado y en el público.
En los vínculos se expresan diferentes formas de relacionarnos, contradicciones y sentimientos internos. Somos seres complejos y abiertos, y las emociones, no siempre racionales, influyen en las decisiones que tomamos.
Existen tres actitudes que podemos tomar ante un conflicto:
Agresiva: son personas que no consideran a la otredad y pierden fácilmente el control. Por lo general, adoptan una postura dominante, exagerada y se frustran rápidamente. Les resulta difícil crear un espacio de intimidad y romper con la lógica de amenazado y amenazador.
Pasiva: evitan enfrentar situaciones conflictivas y muestran inseguridad. No expresan sus sentimientos y emociones, y suelen poner las necesidades y deseos del afuera por encima de los propios. En muchas ocasiones, experimentan ansiedad y se retraen, lo que incrementa su inhibición.
Asertiva: implica ser capaz de expresar las opiniones, necesidades y deseos de manera clara, respetuosa y directa y, al mismo tiempo, de escuchar los deseos y opiniones de los demás. Promueve la empatía y la comprensión mutua y crea un espacio para encontrar soluciones colaborativas.
¿Cómo lograr una actitud asertiva?
Es fundamental desarrollar la capacidad de escuchar y considerar la opinión de quienes nos rodean. Las personas no son objetos a dominar, sino individuos con los que podemos consentir o disentir. Además, el humor puede ser un antídoto efectivo para crear un espacio de intimidad.
Expresá tus pensamientos y sentimientos de manera efectiva:esto implica comunicar tus necesidades, preocupaciones y perspectivas de manera directa, honesta y respetuosa. Evitá el uso de lenguaje agresivo o insultante, ya que esto puede exacerbar el conflicto y dificultar la búsqueda de soluciones.
Escuchá en forma activa: prestá atención a las palabras, gestos y emociones de la otra persona, y mostrá interés genuino por su perspectiva. Tratá de no interrumpir y buscá comprender su punto de vista antes de responder. La escucha activa promueve la empatía y la comprensión mutua, creando un espacio para encontrar soluciones colaborativas.
Evita juicios y prejuicios: durante un conflicto, es fácil caer en la trampa de juzgar o hacer suposiciones. Sin embargo, esto puede obstaculizar la resolución del problema y deteriorar aún más la relación. Mantén la mente abierta sin etiquetar o culpar. En su lugar, concéntrate en comprender las causas subyacentes y en encontrar propuestas constructivas.
Buscá soluciones beneficiosas para ambas partes: en lugar de adoptar una mentalidad de “ganar-perder”, enfocate en encontrar compromisos y acuerdos que sean justos y equitativos. Esto implica ser flexible, tener creatividad y ceder en ciertos puntos para lograr un resultado satisfactorio.
En muchos casos, las situaciones problemáticas pueden afectarnos emocionalmente y generarnos angustia, ansiedad o hasta conductas agresivas. Cuando estos síntomas se presentan y obstaculizan las relaciones interpersonales y nuestro bienestar, es recomendable buscar la ayuda de un profesional de la salud mental.